«EL ESTIGMA DEL HIJO ÚNICO»… Los hijos únicos traen consigo un estigma social terrible, tanto para los padres como para ellos mismos.
Los padres son catalogados prácticamente como egoístas. Y los comentarios (inadecuados) no se hacen esperar: «Le hace falta un hermano/a», «Está muy solito/a», «tienes que tener la parejita», «Uno es muy poco», «Cuando seas viejo/a va a ser muy pesado para él/ella, cuidarte».
Los niños, por su parte, son catalogados como mimados, caprichosos y consentidos. Acompañados de comentarios: «A ti seguro se te dio todo», «Seguramente no sabes hacer nada en casa», «Nunca te castigaron», «Te mimaron en exceso», “No sabes lo que es tener hermanos ni compartir».
Los más osados, apelan al síndrome del Emperador para definir a los chicos que no tienen hermanos.
Lo cierto y lo concreto, es que si una persona o pareja, tiene un solo hijo, no es problema de nadie más que de la familia. Pueden haber varios o MUCHOS motivos.
-A lo mejor ya lo decidieron antes de tener, incluso antes de casarse;
-Quizá les costó tener uno y después fue la voluntad de Dios que no hayan venido más hijos.
-Fue lo mejor, de acuerdo a su economía familiar.
-U otros motivos que no son de incumbencia de nadie más.
Es bueno siempre tener presente una cosa: los hijos no son ‘únicos’, ni ‘dobles’, ni ‘triples’. Son HIJOS y punto. O en todo caso TODOS LOS HIJOS SON ÚNICOS.
Muchas personas, a pesar de tener un solo hijo, lo crían con amor y disciplina. Y esos niños son igualmente solidarios, empáticos, trabajadores y serviciales, que cualquier otro que haya sido criado con hermanos.
Así también se conocen niños que sí tienen hermanos, y sin embargo no conocen nada de generosidad, ni de disciplina, ni de servicio a los demás.
La crianza y el ejemplo de los padres es la clave. No la cantidad de hermanos que el niño tenga.
Aprendamos a guardar comentarios y eliminar prejuicios respecto de la cantidad de hijos que tiene una pareja; y de la cantidad de hermanos que tiene una persona.