Reflexión: Cuando mueren los padres, ya nada es igual…
Todas las personas, aunque seamos adultas, tenemos vivos en nuestro interior a ese niño que quiere estar protegido todo el tiempo por sus padres. Acudir a su amor incondicional siempre que sea necesario, pero cuando se han marchado, esa opción ya no es posible.
Cuando los padres mueren, nada vuelve a ser igual. Ya no podemos ser niños nunca más, no nos sentiremos arropados por sus abrazos, sus besos y sus palabras de aliento. Parece que la vida se vuelve más dura porque su cobijo ya no está a nuestro lado. Cuando los padres ya no están con nosotros, estamos huérfanos y eso, es duro sin importar la edad que se tenga. Aunque tengas a tu familia creada, la figura de tus padres siempre está a tu lado, o al menos, les tienes presentes.
Todas las personas, aunque seamos adultas, tenemos vivos en nuestro interior a ese niño que quiere estar protegido todo el tiempo por sus padres. Acudir a su amor incondicional siempre que sea necesario, pero cuando se han marchado, esa opción ya no es posible.