Alfonso Sánchez García deja a su municipio en manos de la delincuencia

 

No hay estrategia de seguridad, no hay resultados, no hay compromiso.

 

La capital del estado está secuestrada por la inseguridad, y el alcalde Alfonso Sánchez García simplemente no aparece. Mientras los delitos se multiplican y la violencia se normaliza, el edil parece más interesado en eventos sociales que en cumplir su responsabilidad más básica: garantizar la seguridad de los ciudadanos.

El caso más reciente ocurrió en la comunidad de San Sebastián Atlahapa, donde un grupo de nueve sujetos armados intentó irrumpir en un domicilio. Los delincuentes forzaron la puerta, entraron al patio y pretendían ingresar a la vivienda cuando un vecino los descubrió. Al ser sorprendidos, los delincuentes huyeron disparando en al menos dos ocasiones, sembrando el pánico entre las familias de la zona.

Los vehículos involucrados un Volkswagen Vento blanco y un Volkswagen Amarok blanca ambos con vidrios polarizados

Como ya es costumbre, la policía municipal llegó tarde y sin ninguna capacidad de reacción. Los agresores escaparon sin enfrentar consecuencia alguna. Vecinos señalan que la falta de patrullaje es constante, y cuando se reportan emergencias, las autoridades simplemente no responden o lo hacen con una lentitud criminal.

“¿De qué sirve tener un presidente municipal si no protege a la gente? Que renuncie si no puede con el cargo”, expresó uno de los vecinos indignados.

Este caso no es aislado. Los reportes de asaltos, robos a casa habitación, vehículos y agresiones se han disparado en los últimos meses. Tlaxcala capital vive una crisis de inseguridad, pero el presidente municipal guarda silencio y evade el problema, demostrando una preocupante incapacidad o indiferencia ante el miedo que viven día a día sus gobernados.

La administración de Alfonso Sánchez se ha convertido en sinónimo de abandono y simulación. No hay estrategia de seguridad, no hay resultados, no hay compromiso. Lo que sí hay es un municipio desprotegido, indignado y harto de promesas vacías mientras la violencia se instala en sus calles y hogares.

Ciudadanos y organizaciones exigen su renuncia si no está dispuesto a actuar con seriedad. Tlaxcala no puede seguir siendo rehén de un gobierno municipal ciego, sordo y ausente.