Pascual Márquez dejó todo cuando su hija Liliana desapareció cruzando el Río Bravo para llegar a EE.UU.
Con una lancha vieja y llena de agujeros, él mismo se lanzó al río. Primero halló la mochila de Liliana… luego, metros más adelante, su cuerpo boca abajo. La amarró del cuello, la arrastró a la orilla y rompió en llanto.
Tres horas tardaron en sacar el cuerpo. Pascual no esperó a nadie: él buscó, él la encontró. Porque cuando un padre ama, no hay frontera ni miedo que lo detenga.