“¡No me voy sin ella!”
Así gritó una joven de 17 años cuando los rescatistas le dijeron que no podía subir con su perrita Sandy al helicóptero.
Los protocolos eran claros: primero los humanos.
Pero ella respondió con el alma:
“Perdimos todo hoy… todo, menos lo que más importa. A la familia nunca la dejas atrás.”
Por más de cinco horas permanecieron juntas sobre un tejado, empapadas, temblando, pero sin soltarse jamás.
Y cuando por fin regresaron por ellas… Sandy saltó a los brazos de su humana como si el mundo volviera a tener sentido.
Su historia hoy le da la vuelta a las redes: un recordatorio de que el amor verdadero también tiene cuatro patas.