Para muchos trabajadores, este caso confirma lo que desde hace tiempo se murmura: que el sindicato se ha convertido en un fin personal, más enfocado en proteger intereses particulares que en defender a los trabajadores.
Mientras la dirigente del poderoso sindicato 7 de Mayo, Karina Erazo Rodríguez intenta deslindarse con frialdad del proceso judicial que involucra a su hermano —detenido durante un operativo antidrogas—, la ciudadanía y los agremiados no le han creído su falso discurso.
“Es un asunto ajeno a mi labor como representante sindical”, declaró con tono seco y evasivo, intentando desactivar la bomba mediática que explotó tras el cateo realizado el martes por fuerzas federales y estatales. Pero lo que Karina no entiende —o finge no entender— es que la confianza no se mantiene con frases de ocasión, sino con acciones claras y responsables.
El operativo, encabezado por la Guardia Nacional, el Ejército Mexicano, la Policía Estatal y la Fiscalía General del Estado, tuvo lugar en una vivienda de la colonia Reforma, Santa Ana Chiautempan, donde presuntamente se traficaba y consumía cristal. Allí fue detenido su hermano, quien no solo es un familiar directo, sino también tenía vínculos con el sindicato que ella encabeza. Junto a él, cayeron otras tres personas adultas, y fueron rescatados cuatro menores que, según reportes, también consumían sustancias ilícitas en el lugar.
Lejos de dar una explicación a fondo, Erazo ha evitando cualquier cuestionamiento serio mientras las voces críticas dentro del gremio crecen. Para muchos trabajadores, este caso confirma lo que desde hace tiempo se murmura: que el sindicato se ha convertido en un fin personal, más enfocado en proteger intereses particulares que en defender a los trabajadores.