De acuerdo con una encuesta realizada por la empresa RUBRUM, el alcalde se coloca apenas con el 18.7 por ciento de las preferencias electorales.
A menos de dos años de las elecciones de 2027, la figura del alcalde de Tlaxcala Alfonso Sánchez García, se perfila como una de las más desacreditadas dentro del panorama político estatal.
Pese a sus evidentes intentos por posicionarse en la contienda rumbo a cargos de mayor nivel, las encuestas lo colocan en el fondo de las preferencias, reflejando el repudio ciudadano hacia una gestión marcada por el abandono, la incapacidad y el oportunismo.
De acuerdo con una encuesta realizada por la empresa RUBRUM, el alcalde se coloca apenas con el 18.7 por ciento de las preferencias electorales, mientras que en primer lugar se coloca la senadora Ana Lilia Rivera con el 40.1por ciento, lo que demuestra una desventaja clara.
Lo anterior derivado de que su administración ha sido, para muchos, sinónimo de promesas incumplidas, falta de autoridad, improvisación y un ejercicio del poder más enfocado en la propaganda personal que en servir a los habitantes del municipio.
Las calles de la capital están en mal estado, la inseguridad ha aumentado, los servicios públicos son deficientes y la ciudadanía se queja del nulo contacto con un alcalde que parece más interesado en tomarse fotografías y aparecer en redes sociales que en gobernar. Su obsesión por la autopromoción ha convertido al ayuntamiento en una plataforma de campaña personal, vacía de contenido, ausente de gestión y desconectada por completo de las necesidades reales de la población.
Lo que prometía ser una administración moderna y eficiente terminó convirtiéndose en una decepción generalizada. En lugar de soluciones, los capitalinos han recibido discursos vacíos, eventos inútiles y una gestión desordenada, sin planes serios ni visión a largo plazo. Peor aún, las críticas por corrupción, amiguismo y opacidad administrativa comienzan a crecer, alimentando la percepción de que el alcalde no solo es ineficiente, sino que opera con intereses ajenos al bien común.
Sánchez García ha demostrado una total incapacidad para gobernar, y los números lo confirman. Morena lidera con el 40.0% de intención de voto, mientras el PAN se rezaga peligrosamente, apenas por encima del PRI (12.0%) y de Movimiento Ciudadano (9.1%). Pero el dato más alarmante es el 25.5% de ciudadanos que aún no decide por quién votar: una clara muestra del hartazgo y la desconfianza que su gestión ha contribuido a profundizar.
A estas alturas, sus aspiraciones estatales lucen no solo poco realistas, sino desconectadas de la realidad. Es evidente que la ciudadanía ya le dio la espalda, harta de una gestión sin rumbo, sin soluciones y sin liderazgo.
Si Alfonso Sánchez García pretendía usar su paso por la alcaldía como trampolín político, los hechos indican que ha terminado construyendo su propio hundimiento. Su nombre ya no representa esperanza ni renovación: es símbolo de ineficacia, oportunismo y desgaste